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Parentalidad Positiva

Un tema en el que vengo trabajando desde hace algún tiempo (he de reconocer que sobretodo influenciada por el maravilloso grupo de investigación del que hago parte), es la parentalidad posititiva como un continuo que se inicia en el periodo prenatal.

Si entendemos la parentalidad positiva como todas aquellas acciones de crianza destinadas al favorecimiento del desarrollo infantil, nos encontramos con principios y necesidades que van desde el área emocional, pasando por el desarrollo social, hasta el cognitivo. Especialmente importante el desarrollo de vínculos afectivos estables, cálidos y protectores; estos amparan y potencian todas las demás áreas. Durante el periodo pre y perinatal observamos que madres y padres más vinculados con su bebé, con una mejor adaptación al embarazo y con mayor cantidad de recursos psicosociales (redes de amigos, grupos de ocio, profesionales de confianza), establecen mejores pautas de cuidado, promoción de la salud y promoción del apego materno infantil.

En los talleres que he tenido ocasión de dar dentro de la investigación que actualmente llevo a cabo, señalo algunos principios básicos de parentalidad positiva prenatal que considero fundamentales. Estos son:

  • Promoción de la salud mental materna durante el embarazo y el post-parto. Dentro de la literatura científica y desde la experiencia clínica, se conocen los importantes efectos de la depresión, el estrés crónico y la ansiedad durante el embarazo y el post-parto.
  • Promoción del vínculo prenatal. Como ya he comentado anteriormente, el vínculo desarrollado durante el embarazo permite que madre y bebé «conecten» con mayor facilidad en el postparto temprano; también facilita que el padre se involucre en la crianza temprana más allá de las tareas logísticas. Pensar en el bebé, preparar las cosas para él, hablar sobre él, imaginar la vida a su lado, hacen que éste sea real y lo encadena dentro de la narrativa familiar.
  • Fortalecimiento de la relación de pareja o de la familia de origen y la red social, si no hay una relación de pareja. Cuidar de un bebé es una tarea que nunca debería afrontarse en solitario, todas las madres necesitamos ser cuidadas y amadas para facilitar el cuidado y el amor hacia nuestros bebés; de aquí la importancia de los lazos afectivos y el apoyo de la familia y los amigos, en madres con pareja y especialmente en aquellas que no la tienen.
  • Conocimiento de la transmisión intergeneracional de los patrones de apego y crianza. Para decidir que tipo de madre y/o padre quiero ser, primero debo conocer y analizar mi propia historia.
  • Toma de decisiones informadas respecto al parto, nacimiento y lactancia. Preparar un plan de parto puede ser un importante momento para la pareja, es además una herramienta de empoderamiento para la madre quien puede decidir donde y cómo desea parir. Igualmente, conocer los beneficios y los mitos asociados a la lactancia materna ya durante el embarazo, permite tomar decisiones informadas y buscar ayuda de forma oportuna si es necesario.
  • Conocer la diferencia entre los estados emocionales cambiantes durante el embarazo y el post-parto y el desarrollo de síntomas de ansiedad y depresión.
  • Conocer de los efectos nocivos en el desarrollo prenatal de ciertos tóxicos presentes en el suelo, el agua, el aíre y algunos tipos de alimentos, como los pescados con altas concentraciones de mercurio.
  • Conocer mínimamente el proceso de desarrollo del bebé durante los primeros meses. Saber qué podemos esperar puede ayudar a reacomodar las expectativas, a disfrutar más, a tener menos prisa y a exigir e hiperestimular menos. Saber cómo funcionan los ritmos de alimentación o sueño nocturno de un recién nacido o un bebé de pocos meses, es un principio fundamental en la crianza y en la salud emocional de muchas/os madres y padres.

Entender que la crianza comienza desde el embarazo, supone un cambio importante a nivel de las interacciones familiares y la formación de los profesionales sanitarios, de la educación y los servicios sociales. La relación entre el bebé, la familia y el contexto vista como un sistema, puede garantizar que incorporar esta perspectiva generaría mejores índices de salud en las familias (sobretodo aquellas con bebés pequeños). Así mismo una reducción importante de costos en salud pública, entre otros aquellos asociados a visitas continuas a pediatría, médico de familia y/o salud mental; tal y como lo detallan datos de países que trabajan hace algunos años en esta línea.